martes, 31 de agosto de 2010

Mis Plumas

De una pluma son los versos a mi novia la primera
que con inmensa ilusión, escribí en la primavera
de otra pluma apareció para mi maestra un canto
que como segunda madre, me toleró y quiso tanto

Una pluma diferente describió mi amor sincero
a quien regalé mi vida, con dedicación y esmero
otra nueva pluma usé cuando nació el primer hijo
ya en nuestra propia casa y con buen empleo fijo

Otra más cuando el retoño trajo a casa su diploma
y en la fecha de su boda, entre baile, risa y bromas
también al llegar el nieto, puro orgullo de su abuelo
y alguna que otra en adioses, para mitigar el duelo

Así plumas fui gastando con sucesos que han pasado
cuando quise darme cuenta, la última ya había usado
con esto tengo el temor, por ser viejo y desplumado
de que me hagan puchero, como buen pollo pelado!

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Ellos y Nosotros

Juro que este escrito no tiene ni pretende ninguna connotación política, pués personalmente desprecio la política y más que nada, a los políticos. Sólo busca en forma limitada y precaria, poder llegar a entender el cisma social que separa y enfrenta a los habitantes de mi tierra. Fenómeno para casi todos inexplicable, absurdo e injustificable bajo cualquier punto de vista (realidad). Lo juro solemnemente por las cenizas de mi abuelo, que no sé como murió y a quien nunca conocí, pero que por haber abandonado a mi abuela embarazada del quinto crío, debería haberse prendido fuego, el muy cretino (ficción).
Yo no sé cuando fué que todo esto empezó a suceder. No me percaté del momento justo. O quizás sí, y me hice el tonto, no sé. Los mecanismos de autodefensa son tan efectivos... Por algo estamos en la cima de la cadena evolutiva, ¿no?
La cuestión es que aquí un día casi dejamos de ser ricos y pobres, empresarios y obreros, altos y petizos, casados y solteros para borrar todas estas diferencias triviales y pasar a ser simplemente Ellos y Nosotros.
Estas líneas no pretenden ni quieren condenar a nadie, menos aún tomar partido. Sólo tratan de entrever la punta de la madeja, pués sin pretención alguna, tengo la necesidad de saber.
Es bastante aparente que en alguna parte del camino Ellos se hartaron del nivel de nulidad al que nacieron condenados o quizás se vieron totalmente desbordados por la catarata de situaciones en su contra: Haber nacido en la pobreza más abyecta, donde un preservativo se desdeña o es muy caro, de padres totalmente desesperanzados que nunca los desearon, pero que no pudieron claudicar también el sexo, porque es una de las poquísimas cosas placenteras que la vida no les niega. Criarse a la buena de Dios, sin el amor de nadie y con el desprecio y el rechazo de muchos. Con sólo el brutal apoyo mútuo de su misma casta de parias, donde los quince o veinte minutos diarios de bienestar mental los provee un pegamento. Sin un sistema social que llegase a prever y detener esta situación, y al que le importa un carajo el mejoramiento del bienestar de nadie, menos aún de Ellos. Sin educación de ninguna clase, cuando la calle es lo único que necesitan para volar o estrellarse, porque cuanto más ignorantes y brutos, más fáciles de embaucar. Y sin trabajo, pués la sola mención del domicilio, si existiese, es causa suficiente para el rechazo de cualquier empleador con una mueca de disgusto.
Así las cosas, no sorprende que la gran mayoría optara por lo más fácil, lo más directo o lo único que supieron hacer para sentirse de alguna forma reconocidos, aunque fuese por lo malo, pero reconocidos al fin: Considerar a todo aquel que no fuese de Ellos, o sea Nosotros, como un enemigo odiado y objetivo para los más terribles vandalismos.
En la vereda de enfrente Nosotros, los suertudos biennacidos con padres que se tomaron el trabajo de criarnos, que fuimos a la escuela con guardapolvo blanco, que tuvimos abuelas sobreprotectoras y tías adulonas, que comíamos al menos dos veces al día, teníamos juguetes y podíamos dormir en camas mullidas y calentitas, mientras que Ellos estaban amontonados de a seis por habitación, con sus sueños infantiles permanentemente interrumpidos por una gotera, frío o calor intensos, insectos, hambre, olores feos, un codo, un pié o los indisimulados jadeos de gente haciendo más gente.
Siempre hubo algunos de Ellos que trataron y tratan de salir de su monumental desventaja a fuerza de pulmón y sacrificio, con trabajo duro y estudio. Los más resueltos y tozudos lo logran, otros quedan en el camino y se abandonan al menor y más remunerativo esfuerzo de tomar por la fuerza aquello que necesitan o desean.
Nosotros, los que debemos atrincherarnos en nuestras casas, con rejas y barrotes para protección. Que seguimos trabajando duro, aunque cada vez debamos laborar más para tener menos. Que estudiamos carreras universitarias a sabiendas que con ellas quizás no lleguemos a ganarnos la vida, pero tendremos un diploma colgado de la pared para orgullo de papá y mamá. Que tenemos que planear de antemano el itinerario de nuestras salidas, porque hay muchas calles, barrios y zonas que deben ser evitadas si uno quiere regresar vivo al hogar. Que debemos observar un toque de queda implícito, porque salir después de cierta hora por la noche es temerario. Y conduciendo un automóvil, peor aún. Que tenemos alarmas o perros guardianes para protejer los fondos, y que aprendimos a caminar casi sin pertenencias y sin distraernos, mirando sospechosamente para todos lados para evitar los zarpazos sorpresivos. Que hablamos, debatimos, discutimos y nos quejamos constantemente de esta terrible guerra no declarada, sin que podamos o sepamos cambiar nunca nada. Que muchas veces pensamos en armarnos, para al menos tener la posibilidad de defendernos como en una jungla donde no hay chance de cohabitación. Donde no puede haber Ellos y Nosotros, sino Ellos o Nosotros.
Y en todo este caos social hay gente como la clase dirigente, política y sindical, que sólo sigue pensando en salvarse a sí misma, cerrando los ojos a todo lo que no sea su angurriento bienestar. Que sigue robando los dineros que desde mucho tiempo atrás deberían haberse utilizado para evitar este abandono absoluto. Para arreglar las calles destruídas, para mantener hospitales y escuelas ya casi inoperantes, para cambiar la limosna que cobran los más viejos por una jubilación, para tener una fuerza policial preparada, servicial y protectora en lugar de vegetales uniformados, para empezar a revertir lo que para muchos ya es casi irreversible, pués se han pasado toda la vida esperando, esperando una luz en vano...
Duele mucho este intento de análisis. Sentirse parte de uno u otro bando gracias a la lotería del nacimiento. Pensar de esa forma divisiva: Ellos y Nosotros.
Duele mucho ver como cada uno quiere salvar lo suyo, abandonando todo intento de esfuerzo común, por haber sido timado tantas veces.
Duele mucho no tener un referente a quien admirar o imitar. Un modelo a seguir, cuando se convive con la inoperancia, la inmadurez, el capricho y la persistencia enfermiza de las nimiedades institucionales a todo nivel.
¡Que lástima que seamos Ellos y Nosotros y hayamos dejado de ser argentinos!

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miércoles, 25 de agosto de 2010

Tribulaciones de un Rico

En medio del vasto mar, contemplando el plenilunio
medito con amargura sobre el vaivén de la suerte
ayer la gran opulencia, hoy la danza con la muerte
en este oleaje perpetuo, que recuerda mi infortunio

Lo súbito de este cambio, se me antoja muy canalla
una burla de mal gusto, gastada con cruel esmero
que involucra inoperancia de un mediocre cocinero
quien preparando la cena, olvidó apagar la hornalla

Adiós yate, invitados, y por la impresión, mi habla
como náufrago aquí estoy, con maltrecho corazón
si esa aleta que circunda, como pienso, es tiburón
será mejor que me suba con todo el cuerpo a la tabla

Que me sirva de lección, por haber sido amarrete
cuando contrate otro chef, que sea de vieja escuela
si no hubiera disponible, traer entonces a la abuela
que aparte de ser prudente, cocina de rechupete!

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lunes, 9 de agosto de 2010

Génesis

Abro los ojos parpadeando aletargado. Me siento extrañamente invadido por cierto desconcierto y desorientación. No sé adonde estoy. Pero algo muy profundo me permite intuir que la mía, no es una experiencia fuera de lo común; que hay otros seres que despiertan con esa incómoda impresión de no saber con certeza en donde se hallan.
Todo está oscuro, muy oscuro. Sin embargo, no tengo miedo. El sonido acompasado, armonioso y regular de un tambor distante, me brinda la seguridad de saber que no estoy solo. Siento una tibieza sumamente agradable a mi alrededor y una hermosa sensación de ingravidez que amortigua quedamente todos mis movimientos.
No puedo comparar esta situación con nada anterior, porque me siento totalmente falto de recuerdos y vivencias. No sólo desconozco adonde estoy, sino que tampoco sé quien soy. Eso me inquieta y produce una leve mella de irritabilidad en mi bienestar. Mi sentir, acerca de cualquier alteración a mi situación es confuso y ambivalente. Por un lado, anhelo un cambio que ayude a descorrer el velo de mis incipientes dudas, para que me permita aprender, al menos, las más elementales nociones sobre mi mismo y el ambiente que me rodea. Por otro, quiero permanecer como estoy, adonde estoy, sin ninguna prisa, para aceptar que la maduración del tiempo haga su trabajo natural, permitiéndome conocer lo que deseo a su debido tiempo.
Los sonidos que llegan a mis oídos son de una laxa liquidez. Percibo corrientes dóciles que van y vienen, atenuándolo todo con una apacible mínima turbulencia de oleaje contenido. Y por sobre el sereno encanto de este flujo embriagador, el lejano y parejo sonido constante del tambor, cuyo ritmo se acelera o aminora, al compás del discurrir de la suave marea.
Ahora mis ojos estan abiertos de par en par. Mis pupilas dilatadas al máximo. Distingo una tenue luminiscencia difusa en las sombras que me envuelven, pero sigo sin reconocer nada a mi alrededor. Porque también mis movimientos están muy limitados, aunque a veces, por alguna razón, son ligeramente espasmódicos. Pero la constante dominante de este lugar es la paz, la quietud y la ausencia absoluta de necesidades. Me siento amorosamente protegido y eso es lo que nutre a mi paciencia y mi sosiego.
Siento sueño otra vez. Se me van cerrando los párpados y de muy buena gana me abandono al embotamiento progresivo de mis sentidos. Me dejo ir, flotar, sin ofrecer la más mínima resistencia, que, por algún ignoto discernimiento visceral, reconozco inútil. Me inunda la tolerancia, la permisividad que consiente que las cosas sean lo que deben ser.
Esa sabiduria ancestral, que parece estar omnipresente en cada molécula de este entorno, me indica no luchar contra lo que no se puede, lo que ya esta establecido y ha de ser, de una forma u otra. Parece asimismo señalarme, que sería muy práctico e infinitamente menos traumático, mantener una filosofía similar en el futuro, hasta el final. Lo que sea que esto signifique.
Se dibuja una leve sonrisa en mi rostro adormilado y satisfecho. Me llevo el pulgar a la boca, no por necesidad, sino por indulgencia hacia el placer que esto me provoca. Dejo que mi madre y tal vez una entidad superior, velen por mí hasta que sea mi momento de nacer...

Para Isidro


P.D.: Diario La Razón, Buenos Aires, domingo 7 de agosto del 2010. “La muerte de Isidro, el bebé de Carolina Píparo -la embarazada baleada por motochorros en la salidera bancaria de La Plata-, le impuso un inédito vuelco a la causa con la resolución adoptada por el juez, César Melazo, que cambió la carátula del caso, de [tentativa de homicidio] a [homicidio]. Con esta medida, al aceptar lo solicitado por el fiscal Marcelo Romero y la familia de la víctima, los seis detenidos pueden recibir la pena máxima de reclusión perpetua.”

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