martes, 31 de agosto de 2010

Ellos y Nosotros

Juro que este escrito no tiene ni pretende ninguna connotación política, pués personalmente desprecio la política y más que nada, a los políticos. Sólo busca en forma limitada y precaria, poder llegar a entender el cisma social que separa y enfrenta a los habitantes de mi tierra. Fenómeno para casi todos inexplicable, absurdo e injustificable bajo cualquier punto de vista (realidad). Lo juro solemnemente por las cenizas de mi abuelo, que no sé como murió y a quien nunca conocí, pero que por haber abandonado a mi abuela embarazada del quinto crío, debería haberse prendido fuego, el muy cretino (ficción).
Yo no sé cuando fué que todo esto empezó a suceder. No me percaté del momento justo. O quizás sí, y me hice el tonto, no sé. Los mecanismos de autodefensa son tan efectivos... Por algo estamos en la cima de la cadena evolutiva, ¿no?
La cuestión es que aquí un día casi dejamos de ser ricos y pobres, empresarios y obreros, altos y petizos, casados y solteros para borrar todas estas diferencias triviales y pasar a ser simplemente Ellos y Nosotros.
Estas líneas no pretenden ni quieren condenar a nadie, menos aún tomar partido. Sólo tratan de entrever la punta de la madeja, pués sin pretención alguna, tengo la necesidad de saber.
Es bastante aparente que en alguna parte del camino Ellos se hartaron del nivel de nulidad al que nacieron condenados o quizás se vieron totalmente desbordados por la catarata de situaciones en su contra: Haber nacido en la pobreza más abyecta, donde un preservativo se desdeña o es muy caro, de padres totalmente desesperanzados que nunca los desearon, pero que no pudieron claudicar también el sexo, porque es una de las poquísimas cosas placenteras que la vida no les niega. Criarse a la buena de Dios, sin el amor de nadie y con el desprecio y el rechazo de muchos. Con sólo el brutal apoyo mútuo de su misma casta de parias, donde los quince o veinte minutos diarios de bienestar mental los provee un pegamento. Sin un sistema social que llegase a prever y detener esta situación, y al que le importa un carajo el mejoramiento del bienestar de nadie, menos aún de Ellos. Sin educación de ninguna clase, cuando la calle es lo único que necesitan para volar o estrellarse, porque cuanto más ignorantes y brutos, más fáciles de embaucar. Y sin trabajo, pués la sola mención del domicilio, si existiese, es causa suficiente para el rechazo de cualquier empleador con una mueca de disgusto.
Así las cosas, no sorprende que la gran mayoría optara por lo más fácil, lo más directo o lo único que supieron hacer para sentirse de alguna forma reconocidos, aunque fuese por lo malo, pero reconocidos al fin: Considerar a todo aquel que no fuese de Ellos, o sea Nosotros, como un enemigo odiado y objetivo para los más terribles vandalismos.
En la vereda de enfrente Nosotros, los suertudos biennacidos con padres que se tomaron el trabajo de criarnos, que fuimos a la escuela con guardapolvo blanco, que tuvimos abuelas sobreprotectoras y tías adulonas, que comíamos al menos dos veces al día, teníamos juguetes y podíamos dormir en camas mullidas y calentitas, mientras que Ellos estaban amontonados de a seis por habitación, con sus sueños infantiles permanentemente interrumpidos por una gotera, frío o calor intensos, insectos, hambre, olores feos, un codo, un pié o los indisimulados jadeos de gente haciendo más gente.
Siempre hubo algunos de Ellos que trataron y tratan de salir de su monumental desventaja a fuerza de pulmón y sacrificio, con trabajo duro y estudio. Los más resueltos y tozudos lo logran, otros quedan en el camino y se abandonan al menor y más remunerativo esfuerzo de tomar por la fuerza aquello que necesitan o desean.
Nosotros, los que debemos atrincherarnos en nuestras casas, con rejas y barrotes para protección. Que seguimos trabajando duro, aunque cada vez debamos laborar más para tener menos. Que estudiamos carreras universitarias a sabiendas que con ellas quizás no lleguemos a ganarnos la vida, pero tendremos un diploma colgado de la pared para orgullo de papá y mamá. Que tenemos que planear de antemano el itinerario de nuestras salidas, porque hay muchas calles, barrios y zonas que deben ser evitadas si uno quiere regresar vivo al hogar. Que debemos observar un toque de queda implícito, porque salir después de cierta hora por la noche es temerario. Y conduciendo un automóvil, peor aún. Que tenemos alarmas o perros guardianes para protejer los fondos, y que aprendimos a caminar casi sin pertenencias y sin distraernos, mirando sospechosamente para todos lados para evitar los zarpazos sorpresivos. Que hablamos, debatimos, discutimos y nos quejamos constantemente de esta terrible guerra no declarada, sin que podamos o sepamos cambiar nunca nada. Que muchas veces pensamos en armarnos, para al menos tener la posibilidad de defendernos como en una jungla donde no hay chance de cohabitación. Donde no puede haber Ellos y Nosotros, sino Ellos o Nosotros.
Y en todo este caos social hay gente como la clase dirigente, política y sindical, que sólo sigue pensando en salvarse a sí misma, cerrando los ojos a todo lo que no sea su angurriento bienestar. Que sigue robando los dineros que desde mucho tiempo atrás deberían haberse utilizado para evitar este abandono absoluto. Para arreglar las calles destruídas, para mantener hospitales y escuelas ya casi inoperantes, para cambiar la limosna que cobran los más viejos por una jubilación, para tener una fuerza policial preparada, servicial y protectora en lugar de vegetales uniformados, para empezar a revertir lo que para muchos ya es casi irreversible, pués se han pasado toda la vida esperando, esperando una luz en vano...
Duele mucho este intento de análisis. Sentirse parte de uno u otro bando gracias a la lotería del nacimiento. Pensar de esa forma divisiva: Ellos y Nosotros.
Duele mucho ver como cada uno quiere salvar lo suyo, abandonando todo intento de esfuerzo común, por haber sido timado tantas veces.
Duele mucho no tener un referente a quien admirar o imitar. Un modelo a seguir, cuando se convive con la inoperancia, la inmadurez, el capricho y la persistencia enfermiza de las nimiedades institucionales a todo nivel.
¡Que lástima que seamos Ellos y Nosotros y hayamos dejado de ser argentinos!

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